“¿Cuántos días necesito para ver la ciudad?” Esa es una de las preguntas comunes antes de realizar un viaje a un lugar desconocido. Es difícil calcular el tiempo necesario para disfrutar una ciudad, pero si se dispone de poco, es mejor planificar con detalle qué se quiere ver. Aunque la capital coreana tiene mucho que ofrecer, hay algunos lugares que deben estar incluidos en esa lista:
Barrio Hongdae: este barrio rebosa actividades, pero el mejor punto para disfrutarlo es en el parque infantil. Música y conciertos, mercadillos, gente y un pequeño puesto de gofres y helado por la ridícula cantidad de 1000 wones (menos de 1 euro).
Torre N: situada en lo más alto de la montaña Namsan, es uno de los iconos de la ciudad. Si apetece andar, subir la montaña puede ser la versión fácil del famoso deporte del país: el senderismo. Y si se va en pareja, no hay que olvidar un candado, pues esa costumbre de simbolizar el amor, ha llegado hasta la cumbre de la montaña.
Aldea Bukchon: a tradición en la ciudad es visible gracias a sus numerosos templos y a los cinco grandes palacios, pero hay una zona en la que es posible sumergirse en ella. La aldea Bukchon, situada en Jongno, es un barrio en el que los edificios mantienen la arquitectura de las antiguas casas tradicionales coreanas, llamadas hanok. Además, es posible alojarse en ellas.
Templo Bongeunsa: el continuo contraste que muestra Seúl de tradición y modernidad, se hace evidente en el templo Bongeunsa. La majestuosa estatua religiosa se alza en dirección a los altos edificios y el gran y moderno centro de convenciones COEX. Unas vistas que resumen la característica principal de la ciudad.
Puente Bampo: este es lugar ideal para acabar el día. Se trata de uno de los numerosos puentes que unen la parte norte y sur de Seúl, atravesando así el río Hangang. A la orilla del río, se puede disfrutar de un impresionante espectáculo nocturno cuando, al ritmo de música clásica, el puente se convierte en una espectacular fuente de agua y luces de colores. Para seguir la costumbre coreana del lugar, hay que disfrutar del espectáculo mientras se come pollo frito, que se puede pedir a los señores motorizados de los restaurantes que se encuentran a la espera para apuntar tu pedido. Una mezcla extraña de conceptos pero que, curiosamente, acaba creando una gran noche.
Texto: Ana Fernández para El Viajero.
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